El proyecto interiorista estuvo a cargo del estudio de Jessica Helgerson Interior Design.
La firma se enfocó en destacar los rasgos particulares del espacio y para ello se apoyó en una paleta cromática en torno al sepia.
Sus vigas de madera, paredes de ladrillo y acentos metálicos fueron renovados para conservar su encanto vintage.
El loft solo cuenta con 80 metros cuadrados por lo que cada accesorio y mobiliario fue seleccionado o hecho especialmente para la vivienda.
Entre algunas de las piezas se hallan una variedad de textiles, una serie de luces de vidrio, gabinetes y estantes de ébano, entre otros diseños.
El mayor reto que tuvo el equipo interiorista fue el de concebir un lugar amplio e ideal para convivir.
La habitación por su parte es un sitio relajado y funcional que mantiene una sensación cosy bajo una estética bohemia.
Para crear contraste entre los espacios se pintaron algunos muros de blanco, donde la colección de objetos eclécticos de los dueños le puso el toque final.